domingo, 13 de enero de 2008

No fue un sueño, lo vi: La nieve ardía.


Ángel González, poeta, ensayista, profesor de literatura, Premio Antonio Machado, Premio Príncipe de Asturias, Premio Reina Sofía, miembro de la Real Academia Española, doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo, murió ayer a los 82 años en una clínica de Madrid donde lo habían ingresado con problemas respiratorios. Se ha dado la noticia en muchos sitios y gentes ilustradas han escrito artículos emotivos sobre este “poeta del compromiso“ de la generación del 50. Yo, que no tengo facilidad de verbo, me limitaré a transcribir algunas de sus poesías. Estoy triste.

La fotografía corresponde a la cabecera de la página que La Biblioteca de autor le tiene dedicada, ubicada en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Pongo en enlace, porque ahí encontraréis una amplia selección de su poesía. Ángel González

Aquello.

No eso.
Ni

—mucho menos— esto.

Aquello.

Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca

esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.

Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.

---

Quise


Quise mirar el mundo con tus ojos

iluminados, nuevos,

verdes en su fondo

como la primavera.

Entré en tu cuerpo lleno de esperanza

para admirar tanto prodigio desde

el claro mirador de tus pupilas.

Y fuiste tú la que acabaste viendo

el fracaso del mundo con las mías
---

Para que yo me llame Ángel González,

para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...


El título de la entrada es uno de sus poemas: Crepúsculo, Albuquerque, invierno


Etiquetas:

1 Comments:

At 22/1/08, 8:48, Blogger malkieri said...

Dama eterna que acunas mi llanto,

reina de mis sueños que rondas mi alma,

dame el consuelo de tus besos,

dame el consuelo en mi corazón herido.

Busco en ésta oscuridad una luz

que me muestre el camino, hacia tí,

para yacer contigo.

 

Publicar un comentario

<< Home

Powered by Blogger