domingo, 30 de septiembre de 2007

Funeral de Jordan

(Ver actualización al final de la entrada sobre el funeral)

Jason Denzel, webmaster de Dragonmount.com,
asistió al funeral de RJ y en el blog del llorado escritor nos cuenta la experiencia vivida en su viaje. Creí que tenía el deber moral de traducir ese artículo para que lo leáis quienes no sabéis inglés. Es lo menos que puedo hacer en recuerdo de RJ. He incluido muchas de las fotografías que Jason hizo durante su estancia en Charleston. Para los que prefieran leer en inglés lo que Jason ha escrito, éste es el enlace My Journey to Robert Jordan's Funeral. Espero que os satisfaga tanto como a mí y desde aquí le doy las gracias a Jason por compartir con todos su experiencia.
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Mi viaje al funeral de Robert Jordan

Por Jason, el 27 de Septiembre de 2007, en el Blog de Robert Jordan


Lo que viene a continuación es un relato de mis experiencias en el viaje a Carolina del Sur para asistir al funeral de Robert Jordan. Tuve el privilegio de asistir al oficio religioso en Charleston y conocer a su familia. Mi objetivo al asistir al funeral era representar a los aficionados y documentar todo a fin de compartirlo con vosotros. Espero que lo que sigue sirva para haceros llegar la sensación de lo que fue estar allí. Aunque no pudisteis asistir, os prometo que allí donde estéis leyendo esto, sea en el ordenador del laboratorio del instituto o de la universidad, en la oficina o en la cocina de casa, os tuve presentes en mis pensamientos y en mi corazón e hice cuanto pude para asegurarme de que RJ y su familia lo supieran. No fui sólo yo quien los visitó, sino todos vosotros.

Recibí una llamada telefónica de Wilson el domingo 16 de septiembre. Fue entonces cuando empezó todo. Por su tono de voz, supe de inmediato que había pasado algo. "-Lo hemos perdido –dijo Wilson-. Jim ha muerto hoy."

Para ser sincero, no recuerdo exactamente cuál fue mi reacción a ese anuncio tan demoledor. Recuerdo que me preocupé por Harriet y que me dio pena Wilson porque noté a través del teléfono lo afligido que estaba, pero en esa milésima de segundo en el que el significado de las palabras te llega realmente, creo que experimenté un montón de emociones. Había tristeza, por supuesto, y conmoción, porque acabábamos de recibir buenas noticias en la anterior entrada del blog, pero había también… ¿Qué? ¿Desilusión? Mentiría si dijera que no estaba desconsolado al pensar que RJ no terminaría el último volumen de La Rueda del Tiempo. Estoy seguro de que la mayoría de vosotros también sentisteis lo mismo. Igual que él fue sincero con nosotros hasta el final, quiero serlo yo ahora. Creo que a todos nos causa tristeza y un poquito de frustración que A Memory of Light no se termine del modo que todos queríamos y esperábamos.

Antes de que saquéis una mala opinión de mí, dejad que acabe. Evidentemente, no podemos culpar a RJ de eso. Hacerlo sería demostrar que no se ha entendido la forma en la que se esforzó y combatió contra esa enfermedad. La amiloidosis es brutal y nadie podría luchar con más empeño que Jim Rigney. Su blog es un testamento de su lucha y su dedicación. Nos demostró aquí mismo, en su blog, que era Aiel hasta la médula: “Hasta que no queden sombras, hasta que no quede agua, hacia la Sombra enseñando los dientes, gritando desafiantes con el último aliento, para escupir al ojo del Cegador de la Vista en el Último Día.” Dudo que pudiera haber una declaración más rotunda que defina la lucha de RJ contra la enfermedad. Cuando digo que me sentí frustrado sólo duró una milésima de segundo. En parte se debe a nuestra habilidad de sobreponerse a las emociones negativas que, para empezar, son las que nos hacen ser humanos. Tomé esa frustración y la eché al fuego y dejé que me envolviera el vacío. Había que hacer cosas, informar a los aficionados y responder preguntas.

Así comenzó una aventura de tres días que jamás olvidaré.

Una breve acotación: Para los que no lo sepáis, Robert Jordan es el seudónimo que usaba James (Jim) Rigney. Jim deja esposa –Harriet-, hijastro –Will-, hermano –Reynolds- y un montón de primos, sobrinos, sobrinas, y primos lejanos. Algunos me han preguntado quién es Wilson y qué significa lo de “hermano-primo, el cuarto de tres". La verdad es que suena como una mezcla rara de la genealogía sureña e incluso más chocante que los extraños parentescos Aiel, pero en realidad se trata de algo muy sencillo. Wilson es primo hermano de Jim y siempre han estado muy unidos, tanto que se consideraban hermanos. De ahí es de donde viene que Wilson utilice el término “hermano-primo”. Lo de “el cuarto de tres” se refiere a que Jim tenía dos hermanos (Ted, el pequeño, murió hace unos años) y a Wilson se le consideraba el “cuarto” hermano en esa familia.

Jim vivía en Charleston, Carolina del Sur, en una hermosa casa antigua que ha pertenecido a la familia de Harriet desde los años treinta. Una de las muestras más amables que he recibido esta semana fue que Wilson me dijera que sería bienvenido allí y al funeral de Jim.


El domingo por la tarde puse la noticia de la muerte de RJ varias horas después del fallecimiento. Wilson me envió un breve comunicado que todos habéis leído a estas alturas. A los pocos minutos, el servidor de Dragonmount.com empezó a tener un inusitado incremento de visitas. Al cabo de una hora, la conexión de la página iba lentísima. A la mañana siguiente era casi imposible entrar en el blog de RJ. Los primeros informes entregados por los administradores de DM que estaban en el servidor en ese momento apuntaban un incremento de visitas de 250/300 veces superior a la cifra habitual. Calculamos que harían falta unos ciento veinte procesadores más para atender la demanda de peticiones que entraban constantemente. El servidor de DM es totalmente nuevo, de vanguardia, pero con las cifras que veíamos lo único que podíamos hacer era intentar mantener estable la página.

A la mañana siguiente viajaba en un avión que volaba desde California a Carolina del Sur. ¡Contraté un coche de alquiler y me puse en camino a la casa de Robert Jordan! Permitidme que haga un breve alto para decirlo otra vez: ¡Me dirigía a casa de Robert Jordan! Si eres un admirador como yo (y sé que hay montones de vosotros que, como poco, sois tan aficionados a sus libros como yo), te parecería una pasada pensar que vas a conocer la casa del Creador y que verás el sitio donde se escribieron los libros. Hace menos de una semana, imaginar algo así me habría parecido absurdo. Carolina del Sur está muy lejos. Lo más cerca que he estado del Sur Profundo antes de este viaje fue cuando vi “Lo que el viento se llevó” y cuando asistí a la DragonCon en Atlanta, hace unos cuantos años, que como experiencia es totalmente diferente a visitar Charleston.

Jim me dijo una vez que vivía en Dos Ríos y me indicó que echara un vistazo a un mapa. Sin embargo nunca tuve su dirección postal y tampoco iba a ponerme a buscarlo con Google ¿verdad? Pero ahora, después de haber estado allí, puedo deciros que RJ no bromeaba. ¡Vivía en Dos Ríos! La ciudad de Charleston propiamente dicha está situada en una península. Las dos extensiones de agua que hay a uno y otro lado de la península son ríos, el Ashley y el Cooper. Jim y Harriet están muy cerca de la punta de la península donde esos dos ríos se unen. Están en lo profundo de Dos Ríos. Podría decirse que están tan dentro de su región de Dos Ríos como lo está Campo de Emond de la suya.

Todas las casas de esa zona son antiguos edificios históricos que por lo general tienen tres e incluso cuatro plantas, con las conocidas columnas y balconadas que definen la arquitectura del sur de los Estados Unidos. La casa de Jim y Harriet se construyó en 1795. Conducía calle arriba buscando el número de la casa cuando vi un gran portón y supe que había llegado. Repujadas en las puertas había dos grandes y sinuosas criaturas con cinco dedos en cada garra. El símbolo del Dragón utilizado en los libros. La había encontrado.

Ese martes por la tarde (el día de mi llegada) está repleto de recuerdos asombrosos. Jamás lo olvidaré. En primer lugar, quiero que todos sepáis que encontré enseguida a Harriet (o, más bien, ella me encontró a mí) y le di (en mi propio nombre y en el de todos vosotros) mi más sentido pésame por su pérdida. Su respuesta fue dedicarme una sonrisa afectuosa, mirarme a los ojos y decir: “Y a vosotros también por la vuestra.” Harriet es una mujer asombrosa. Ya sabéis que RJ lo dijo una y otra vez, pero esta semana lo he constatado personalmente. Harriet, una dama sureña hasta la médula, es la esencia de la cortesía, con una actitud relajada que hace que te sientas como un viejo amigo desde el momento en el que la conoces y un aire de aplomo que disimulaba su dolor mientras consolaba a los demás. Tiene unos ojos afectuosos y amables que irradian inteligencia e ingenio. Muchas veces vi el brillo de las lágrimas en esos hermosos ojos, pero también la vi sonreírnos a los demás otras tantas veces. Más, en realidad. Cantó y dio palmas con el corazón, y con él abrazó y besó a todos los que acudieron de visita. Esta semana se me ha recibido con los brazos abiertos en su casa, como si fuera de la familia, y no encuentro palabras para expresar lo abrumado y honrado que me siento por tal acogida. Al darme la bienvenida, ella y el resto de la familia de Jim nos la dieron a todos en conjunto como una colectividad de admiradores. Tened por seguro que todos estuvisteis allí con nosotros esa tarde.

Ahora hablaré un poco de la casa de RJ. Dios ¿por dónde empezar? Todas las paredes están cubiertas con obras de arte, pinturas en su mayoría. Hay algunas fotografías, pero por lo general éstas sólo las veías en escritorios o enmarcadas debajo de una lámpara. El salón tiene varias estanterías que llegan hasta el techo y que están repletas únicamente de distintas ediciones de La Rueda del Tiempo. Es como si todas las ediciones y todas las traducciones de cada libro estuvieran allí. Mido un metro noventa y cinco y necesitaría una escalera para llegar a los estantes altos. Si habéis visto el libro Faces of Fantasy * entonces habréis visto el enorme sillón antiguo que poseía RJ. De cerca resulta condenadamente espeluznante. Está cerca de las estanterías, como un guardián presto a saltar sobre el desprevenido crítico. Sin embargo, el efecto lo echaban a perder un tanto los cojines y las mantas que había por encima :)

* (Libro fotográfico de Patti Perret con fotos de los autores más conocidos de la literatura fantástica. N de la T)

Con todo lo maravillosa que es la casa en sí, el lugar más emocionante de visitar es, por supuesto, el sitio donde se gestó todo: la antigua cochera reformada. Allí es donde RJ escribió todos sus libros. Dentro hay una biblioteca con más de 16.000 libros (sí, habéis leído bien) y al menos varios centenares de armas blancas.

Espadas, hachas, lanzas y cuchillos de todas las formas y medidas revisten las paredes y cubren los estantes de su despacho. Tanto la zona del piso de arriba como la de la planta baja están abarrotadas de este tipo de objetos.

Era como meterse en una librería que también vendiera armas y pipas y gorros y sombreros raros. Supongo que a RJ le gustaba llevar sombreros diferentes mientras escribía. No sólo los que le habéis visto puestos en las giras o en fotos de publicidad, sino absurdos cascos vikingos o gorros de bufón. ¿Quién sabe? Quizá eso lo ayudaba a meterse en el papel de distintos personajes. María, una de sus ayudantes, parece pensar que el único motivo que tenía era hacerles reír o para que se cuestionaran si estaba en sus cabales.












Otra cosa sobre la cochera es que está llena de regalos enviados por sus admiradores. Hay dibujos, pinturas, esculturas, placas, y otros recuerdos que ha ido recibiendo a lo largo de los años de personas que adoraban su obra. Es evidente que él atesoraba esas cosas. Así que, si alguna vez le habéis mandado cartas o regalos, tened por seguro que los ha recibido. Huelga decir que no siempre tenía tiempo para contestar a todos, pero sí que leyó todas las cartas y que significaban mucho para él.

Bien, una última anécdota sobre la cochera y después seguiré con lo demás. Mientras me encontraba allí, la tentación de sentarme a su escritorio, en su silla, delante de su ordenador, se hizo irresistible. No había en mi intención nada irrespetuoso, por supuesto. Sólo quería sentarme en donde se habían escrito esos libros. Al sentarme en la silla me invadió una intensa emoción y una profunda tristeza. Podía sentir su presencia y sus ojos sobre mí en aquel sitio donde había puesto tanto de sí mismo a través de lo escrito. La pantalla estaba apagada cuando adelanté los dedos sobre el teclado, en vilo, anhelando tocar las teclas. Escribí la palabra “RAND” en un estúpido intento de emular lo que ese teclado había repetido tantas veces. Entonces, la pantalla del ordenador, que un momento antes había sido un oscuro centinela vigilando el escritorio de su señor, cobró vida de repente al abandonar el modo “suspender” y soltó un fuerte pitido. ¡Casi me muero del susto! Me levanté de la silla de un brinco y salí disparado como si el Oscuro en persona me persiguiera, teniendo plena conciencia de que un montón de espadas afiladas y máscaras que daban miedo observaban mi precipitada huida.

Ese mismo martes por la noche, mientras estábamos fuera, Wilson me comentó que aunque nos encontrábamos en el centro de una gran ciudad, si cerrabas los ojos y escuchabas, sólo oías cantar a los grillos. Nuestro querido RJ vivía en un pedazo de paraíso, amigos. Probablemente le habréis oído decir lo mucho que amaba esta ciudad y ahora entiendo el porqué. Mirad estas fotografías y fijaos en la exuberante jungla de verdor que lo rodeaba. No me cabe duda de que los árboles y el paisaje de su casa lo ayudaron a imaginar al Hombre Verde y a los Nyms, las arboledas Ogier y los eternos bosques de los sueños donde cazan los lobos y moran los caminantes de sueños. Fue en ese stedding, bajo los árboles y la estrellada bóveda celeste, donde me quedé hasta bien entrada la noche compartiendo historias con los amigos y la familia de Jim y dejando que la paz de la cálida noche sureña penetrara dentro de mí.

A la mañana siguiente volví temprano a la casa. Incluso después de tener un recibimiento tan afectuoso la tarde anterior, me sorprendí al encontrarme sentado a la mesa de desayuno con los miembros más cercanos de la familia. (Alguien me invitó a que tomara asiento en la silla de Jim, pero decliné rápidamente la oferta a causa de mi anterior aventura con otra de sus sillas. Las paredes del comedor estaban llenas de retratos de Jim y tenía la sensación de que “no me quitaban ojo”.) Nos fuimos pasando los reportajes de los periódicos y todos los leímos. Uno de ellos… ¿Tal vez del London Times?… incluso utilizaba el término “Randland”. ¡Jajaja! Reí con ganas al ver esa palabra usada en un periódico puntero.

Poco después de desayunar, me puse a recoger y lavar los platos para ayudar. Ésa es una tarea que me relaja, así que son muchas las veces que me pongo a ello. (Mi mujer piensa que estoy chiflado, pero nunca protesta.) Además, supongo que si cualquiera de vosotros hubiese estado allí seguramente habría hecho lo mismo. Jim nos ha dado tanto que hacer una sencilla tarea como lavar platos el día de su funeral fue algo muy fácil. También me sirvió para pasar el rato que faltaba para ir a la iglesia.


El funeral tuvo lugar en St.Stephen, Charleston. Es una iglesia pequeña, con una belleza a la vez sencilla y magnífica. Las cenizas de Jim se encontraban en un pedestal, delante del altar. Además de la familia y los amigos, vi algunos admiradores que habían acudido a presentar sus respetos. Entre ellos estaba Melissa Craib, fundadora de Tarvalon.net. Me alegró que estuviera allí porque era alguien a quien conocía bien, pero más que nada me alegré porque era otra admiradora. Jim habría querido que se encontrara allí. Melissa ya ha escrito un artículo sobre el funeral. Podéis leerlo en su web, aquí Melissa-Tarvalon.net


Tom Doherty, fundador y presidente de Tor Books, fue el encargado de hacer el panegírico. Dijo que Jim era uno de los mejores narradores de historias del siglo XXI. Estoy completamente de acuerdo con él. Te gusten o no sus libros, sin tener en cuenta si te sientes frustrado por el tamaño o el ritmo de esos libros, creo que todos estaremos de acuerdo en que la mera majestuosidad y el alcance de la serie La Rueda del Tiempo no tienen precedentes. Dicho lisa y llanamente, es la saga de fantasía más larga y quizá más accesible hoy día.
(En la foto, T. Doherty con su esposa)

(Wilson con T. Doherty)

Will (hijo de Harriet), Reynolds (hermano de Jim) y Wilson hablaron en la ceremonia del funeral. Wilson leyó un escrito realmente emotivo que me conmovió profundamente. Colgaré una copia pronto.


(Will con Harriet y el pastor)

Al final, la parte más sorprendente del funeral fueron los cánticos. Bueno, no voy a decir que contáramos con los vocalistas mejor dotados en la concurrencia, pero lo que pudiera faltarle a la congregación en calidad lo suplió de sobra con el entusiasmo. Y con ese entusiasmo cantamos unos espirituales. Son cánticos con un profundo arraigo en la experiencia del resurgimiento sureño ante la necesidad de colmar de nuevo el corazón de los afligidos y recordarles la esperanza que hay en la fe. En cierto momento, el cántico resonaba vibrante en la iglesia. Recuerdo que alcé la vista al tiempo que elevábamos las voces al cielo y pensé en todos vosotros, los admiradores que no estabais presentes. Al reparar en la gente que ocupaba las balconadas superiores, pensé que aquel lugar debía de parecerse un poco a la Torre Blanca durante una asamblea. Los cánticos se alzaron y, juntos, cantamos al espíritu de Jim hasta el cielo, unidos unos a otros y por todo el mundo.

He de mencionar que Harriet llevó puesto a la iglesia uno de los sombreros de Jim. Uno de esos de ala ancha que solía llevar él en las giras, ya sabéis. (Muy semejante al que lleva cierto jugador ta’veren.) En fin, que Harriet lucía uno de esos con mucho estilo y se me hizo un nudo en la garganta al verla con él puesto.

(Harriet con su prima Harriet)

(Abajo, Wilson, María y T. Doherty)

Después del funeral se celebró una recepción en la que todos charlamos mezclándonos en grupos. La noche anterior me habían presentado a muchas de las personas que estaban presentes, pero allí tuve la oportunidad de conocer a más gente y sostener una conversación más a fondo con aquellos con los que ya había hablado. Se compartieron muchos recuerdos entrañables de Jim. Aparte de ser un autor famoso, el hecho de que tantas personas asistieran a su funeral y sólo hablaran cosas buenas de él lo dice todo sobre la clase de hombre que era. Había ido a Charleston al funeral de Robert Jordan para tener ocasión de despedirme de un escritor muy querido, y lo que en realidad se me dio a conocer después de pasar tres días con familiares y amigos fue muchísimo más de lo que jamás habría imaginado. Se me concedió la oportunidad de descubrir a Jim Rigney, el hombre, una persona mucho más fascinante de lo que Robert Jordan podría serlo nunca.

Pasé las pocas horas que separaron el funeral del entierro recorriendo Charleston y mezclándome con otros asistentes a la recepción. La prima de Harriet, Harriet (sí, otra Harriet) y su marido George tuvieron la gentileza de llevarme a hacer un recorrido turístico por el centro de Charleston para que conociera algo más la ciudad y los lugares que Jim frecuentaba. Lo más destacable es que vi el Club Náutico del que era socio. Algo que me sorprendió en un sitio como Charleston es la cantidad de HISTORIA que hay allí donde vayas y que la gente de aquí conoce su ascendencia remontándose varias generaciones. Harriet y George me contaron que de jóvenes les mandaron “aprenderse el apellido de soltera de las cuatro bisabuelas.” Yo sólo fui capaz de recordar el de una de ellas. ¡Le prometí a George que buscaría el de las otras para decírselo después! Muchos de vosotros sois más listos que yo y ya habréis aprendido esta lección, pero para los que aún no la sabéis os la ofrezco con toda humildad. ¡Tomaos tiempo para buscar vuestras raíces! Encontrad quién fue vuestra familia y el camino seguido para que nacieseis finalmente. La mayor parte de nuestra historia personal aún se transmite oralmente. Así pues, tomaos tiempo en algún momento de vuestra vida para descubrir quiénes os precedieron y luego pasad esa información a los que os sigan. Obviamente, ésta es una lección que Jim aprendió muy temprano en su vida o quizá se la inculcaron desde el principio. Esas historias os ayudarán a completaros como individuo y quizá hasta despierten la creatividad o la perspicacia que no sabíais que teníais.


La última etapa del funeral de Jim fue el entierro. De nuevo me sentí abrumado por la invitación de la familia para que asistiera a ese acto tan íntimo. Lo sepultamos en las afueras, y me incluyo porque en muchas ocasiones y por distintas personas se dejó claro que era un miembro honorario de la familia, una distinción que con gusto hice extensible a todos vosotros para mis adentros. Harriet echó pétalos de rosa en la tumba, con su hijo Will a su lado. En cierto momento, le fue entregada una bandera plegada de Estados Unidos, como es tradición en el entierro de un veterano del ejército. Todos los hombres de la familia –Reynolds, Will, Tom Jones y Wilson­­- echaron tierra sobre él; un manto eterno para protegerlo del paso de los siglos.

La iglesia junto a la que fue enterrado se construyó en 1785 y no han dejado de celebrarse oficios en ella desde entonces. Jim y Harriet se casaron allí. Su tumba está junto a las de varios miembros de la familia que lo han precedido y Harriet me dijo que algún día ella descansará a su lado, en el mismo lugar. Se elevaron oraciones, se entonaron cantos y se derramaron lágrimas. Éste momento fue, con mucho, el más duro para mí personalmente. A pesar de la tristeza de los presentes, se notaban los hondos lazos familiares que se entrelazaban para apoyarse unos a otros. Los Rigney, al igual que vuestra familia o la mía, son sólo eso: un grupo de personas que ha descubierto que su importancia como un todo supera la suma de cada uno de sus miembros. Vi a la familia de Jim unida por su vida. Como en cualquier otra familia, estoy seguro de que hay problemas y desacuerdos, pero la fuerza del amor mutuo es evidente cuando se reúnen. Éstas eran las personas que lo amaban y me siento orgulloso de haber estado con ellas como vuestro representante.

Mientras dejábamos correr el llanto y el gaitero de la Ciudadela tocaba su triste melodía, vi algo radiante que me hizo sonreír. Un bebé, una niñita de apenas unos meses con unos ojos preciosos, me miraba directamente. Le hice una foto porque era el símbolo de la vida renovada y la promesa entre las frías piedras de la tierra. Allí estaba alguien a quien seguramente Jim había querido los últimos meses de su vida y para quien habría querido el mundo. La Rueda del Tiempo gira…

Hacia el final, cuando casi toda la familia le había dado la despedida, me tomé un instante para agacharme ante la tumba de Jim. Intenté evocar las primeras emociones que sentí al leer El Ojo del Mundo hace trece años. Le ofrecí un poco de esos sentimientos para que el gozo de leer sus libros permaneciera durante un tiempo con él en su descanso. De nuevo pensé en todos vosotros y le dije lo mucho que lo queríais. Le di las gracias por el regalo de sus libros y me despedí de él.

Me vinieron a la memoria las otras veces que me había encontrado con Jim (en sus giras para presentar los libros). Siempre que lo veía pensaba: “¡Guau! Este hombre que tengo delante es Perrin y Mat y Elayne y Loial y Asmodean y Elaida y todos los demás hecho carne.” Imaginaba eso al estrecharle la mano y tenía la impresión de estar estrechándosela a todos ellos. Conforme se había ido acercando el momento del entierro había esperado sentir algo similar cuando lo sepultáramos. Esperaba tener la impresión de que estábamos metiendo bajo tierra a todos esos personajes, pero no pasó tal cosa. Me di cuenta de que esos personajes y esos acontecimientos seguían estando vivos y presentes. Entrad a cualquier librería y veréis que Mat sigue tan vivo como siempre. Rand seguirá teniendo su encanto y su… eh… humor de siempre. Los Renegados seguirán siendo una amenaza. Jim les dio vida a esos personajes a fin de interactuar con otros. Cuando uno comparte un poco de sí mismo con otras personas se conecta con ellas a un nivel más profundo. Hay energía dentro de nosotros y entre todos nosotros. Vida, Dios, la Fuente Verdadera, le deis el nombre que le deis, es por lo que creo que estamos aquí o eso es lo que sentí en ese preciso instante, al pie de la tumba de Robert Jordan.

Jim habría querido que se tocara cierta melodía en su funeral, Agadio para cuerdas*, de Samuel Barber. Por alguna razón fue imposible hacerlo, de modo que después de que casi toda la gente se hubiese marchado del cementerio, Mary, prima de Harriet a la que Jim había tratado y querido como a una hija, metió el CD en el Porche de Jim y lo puso en marcha. La música evoca una sensación de tristeza entrelazada con esperanza y la promesa de salvación.

(*Si queréis oír esa melodía unos segundos pinchad aquí Adagio para cuerdas, Opus 11 o si la queréis oír entera, pinchad Aquí. Quizás o resulte más conocida por ser la banda sonora de la película Platoon. N de la T)

Ah, por cierto, monté en ese Porche de vuelta a la casa. Jim se lo compró cuando ocupó por primera vez el nº 1 de los éxitos de venta del New York Times. (Creo que fue con el libro 8.) Me dijo hace un par de años en un correo electrónico: “Se maneja como si fuera sobre raíles”. Y tanto que sí.

El resto del miércoles lo pasamos en la casa. De nuevo, entré en la cochera y la recorrí, esta vez para hacer fotos. (Las espadas y los sombreros ya no parecían enfadados conmigo por haberme sentado en su silla.) Wilson me llevó al piso alto de la casa para que viera el original de la portada de El Dragón Renacido. Ésta es la pintura de la que Harriet pidió al ilustrador que borrara la cara de Ishamael.* También vi las numerosas medallas de guerra de Jim, así como las de su padre.

*(La pintura está colgada en el pasillo, enfrente del dormitorio. Por lo visto, Harriet se asustó una noche al salir de la habitación y encontrarse de frente con la cara espeluznante del Renegado.N de la T)

La tarde fue pasando y cayó la noche. Mi vuelo de vuelta salía a la mañana siguiente, a las 6:00 (¡uf!). Despedirme no fue nada fácil porque realmente había llegado a disfrutar mucho en compañía de todos ellos. Me sentí como si me estuviera marchando de la Posada del Manantial, en Dos Ríos. Algunas damas quisieron asegurarse que tenía comida suficiente y varios caballeros quisieron comprobar que tenía en orden todos los preparativos del viaje. Las dos noches consecutivas al marcharme de la casa de Jim lo hice con un plato rebosante de comida. Ahora sé lo que significa el dicho “hospitalidad sureña”.

Sería imposible escribir sobre todas las conversaciones que mantuve durante mi estancia en Charleston. Hubo muchas y fue mucho lo que se habló que era de algún modo temas privados. En su mayoría, las charlas fueron sobre cosas cotidianas, pero el entusiasta de LRT que hay en mí tenía curiosidad, así que fisgoneé. Esto es lo que puedo deciros: no me revelaron nada sobre la trama de la última novela. No tengo más clara la identidad del asesino de Asmodean que vosotros. (Aunque, venga chicos, han pasado quince años. Deberíais saberlo a estas alturas. Leed el FAG de LRT. Cuando insinué a María quién creía yo que era, me respondió con esa mirada de “Ni se te ocurra intentarlo.”) Lo que sé sobre la novela A Memory of Light es que hemos de darles tiempo a todos para decidir qué se va a hacer a continuación con ella. Wilson ya ha contado en el blog de RJ que Jim dejó notas muy detalladas de lo que pasaría. Él, Harriet y, es de suponer, María y los otros ayudantes, todos saben el final y los secretos. Hay notas de Jim, tanto por escrito como en audio, contando lo que pasa. (¿A que sería estupendo que algún día se publicara ese audio junto con la última novela? Eh, los de Tor ¿estáis escuchando?) Hay que pensar y decidir cómo o cuándo veremos publicada A Memory of Light. La muerte de Jim está muy reciente y las heridas que ha dejado en su familia están aún en carne viva para hablar de cuándo se terminará el último volumen. El tiempo nos proporcionará el libro que deseamos y el colofón que la serie se merece. Sólo hemos que tener paciencia.

Y hablando de colofones, aquí termina mi aventura. Aunque, como Jim nos dijo en once ocasiones ya, no hay comienzos ni finales en el eterno girar de la Rueda. Espero que mi relato os haya transmitido aunque sólo sea un poco de lo que fue estar allí. Nunca olvidaré los días que he pasado en casa de Jim y Harriet. Estoy triste por nuestra pérdida y, al mismo tiempo, rebosante de alegría por la oportunidad que se me ha brindado. Cómo me habría gustado que todos vosotros hubieseis visto las estanterías de libros, que hubieseis tocado las empuñaduras de las espadas y que hubieseis oído el canto de los grillos. Y la música. ¡Guau! Especialmente la música permanecerá en mi memoria para siempre. Los gitanos y los Ogier ya no tienen que seguir buscando otras canciones que las que le cantamos a Jim Rigney cuando lo entregamos a la tierra.

Terminaré con esa preciosa frase que se imprimió en la parte posterior del recordatorio del funeral de Jim. Tengo unos cuantos y pensaré una forma de regalároslos a algunos de vosotros. Es posible que los otros aficionados que asistieron al funeral ya los hayan puesto en sus comentarios. La frase, que parece haberse grabado a fuego en mi memoria, dice:

“Llegó como el viento, como el viento lo tocó todo, y como el viento partió.”

Gracias, Jim, por tocar mi vida y la de todos los que lean esto y más allá. Te echaremos de menos.

En tu memoria y en nombre de todos los que leen esto, se despide con cariño, tu amigo,

Jason

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Me he permitido acabar con la fotografía de Jason ante la tumba de RJ porque, de alguna forma, nos veo a todos representados por él en esa imagen, aceptando lo inevitable y confiando en guardar el recuerdo de este gran escritor como algo muy querido y muy nuestro.

Te agradezco, Jason, que quisieras compartir con nosotros tus vivencias en esa ocasión tan especial a la que has tenido el privilegio de asistir. Y gracias por pensar en el resto de los admiradores de RJ cada vez que algo te calaba hondo.

Un saludo

Noticia de la muerte de Jordan

Actualización sobre el funeral - 08.10.07

Jason ha incorporado al blog de Jordan los dos textos que leyeron Wilson y Doherty en el funeral. Lamento no disponer de tiempo para traducirlos aunque, como era de suponer, la mayor parte son alabanzas y palabras de afecto y admiración hacia RJ (y Harriet). En las palabras de Wilson también hay una reflexión sobre la vida, la muerte y lo absurdo y la necedad de las guerras; asimismo, hay palabras de esperanza. La actualización la he hecho principalmente por algunas de las fotos que Wilson le ha enviado y que podéis ver después de esos textos. Entre ellas hay más del jardín y algunas frases cinceladas en piedras (a la entrada de casa y en algún otro sitio). Me ha llamado la atención una figura de dragón que más me recuerda a los dragones orientales que a los que acostumbramos ver en fantasía, pero que encaja muy bien con el de los dibujos de los libros. Y sobre todo me ha gustado un retrato de RJ con un estilo muy peculiar de una artista llamada Lese Carrigan, pero que hace que resalten esos ojos azules e intensos de un modo que atrae la atención hacia ellos. Parece ser que Lese C. había frecuentado la casa de RJ durante los últimos seis meses, a diario, y estaba presente esa tarde en la que RJ dio tantos datos del libro y que, aprovechando que había sido taquígrafa, anotó todo lo que dijo. En palabras de Wilson: "Todos estamos en deuda con ella por eso." El link a la entrada es: Más fotografías

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Quizás os apetezca oír ese Adagio en la versión coral del Agnus Dei al tiempo que veis un hermoso video





En YouTube se ha retirado este video, ignoro por qué, así que os pongo otro. No es bello, como esas galaxias que aparecían en el anterior, sino muy duro. Tiene como fondo imágenes de la película Platoon, pero como imagino que RJ pensó precisamente en esta música por sus experiencias en Vietnam, he decidido que tampoco estaría mal. Habría querido poner "A tribute to Platoon" pero ése es un videro que no tiene permitido el "embed". A continuación he metido otro, con la versión coral Agnus Dei, y que casi parece un juego de ordenador, pero al menos tiene que ver con el espacio. Es una lástima que nos hayan quitado esas imágenes cedidas por la Nasa y alguna otra entidad que tienen el privilegio de captar fotografías así.





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lunes, 17 de septiembre de 2007

Adiós a Jordan

En el viaje de vuelta a casa, tras unos días de descanso, me ha llegado la noticia de la muerte de Jordan ayer, día 16, a las 14:45 h. Aún no me he sobrepuesto al estupor. A pesar de haberse espaciado sus comunicados a los lectores, a pesar de no haber muy buenas noticias desde hacía tiempo, me negaba a creer que la enfermedad pudiera vencerlo, quería confiar en que el Dragón se impondría a las fuerzas de la Sombra y se alzaría con la victoria. Por eso sigo sumida en el estupor. En la incredulidad.

Querría ser capaz de expresar la tristeza que me produce el fallecimiento de quien, además de un gran autor, siempre me ha parecido una buena persona, una gran persona, pero como suele ocurrir cuando algo te conmueve de verdad, no se me ocurre qué decir que no parezca la consabida frase de condolencia o cualquier otra que a fuerza de repetirse ha dejado de tener sentido.

Lo lamento por su familia —en especial por su esposa— pues a pesar de la entereza que todos han demostrado desde que le diagnosticaron esta terrible enfermedad, deben de estar pasando un momento muy duro y por ello les transmito desde aquí mi más sentido pésame. Sin embargo, la sensación principal es la de haber perdido a un querido amigo, alguien con el que he pasado horas y horas trabajando con el propósito de interpretar correctamente lo que él quería transmitir con sus palabras y de respetar su modo de contar las aventuras y desventuras de los personajes que creó en ese complejo mundo sin nombre.

Quiero imaginar que el mundo de Robert Jordan superará estas horas de oscuridad y brillará con luz propia para gloria de su creador.

Permitidme que añada unas frases de despedida bien conocidas por todos nosotros:

Que la Luz ilumine tu alma y la mano del Creador te dé cobijo hasta que renazcas.

Que el último abrazo de la madre te acoja en su seno.

Hasta el próximo giro de la Rueda, admirado y respetado maestro Robert Jordan, amigo James Oliver Rigney. ¡El Dragón ha muerto! ¡Larga vida al Dragón!

(Ver noticia sobre el funeral)

(Fotografía tomada del Blog de Jordan en la web Dragonmount)


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