lunes, 27 de enero de 2014

Retrospectiva de LRdT (5) – B Sanderson

Ya tenéis traducida la quinta entrega de la retrospectiva de Brandon. Esta vez se centra en el proceso de escribir Torres de Medianoche. De nuevo, Brandon avisa que hay spoilers sobre toda la serie. De modo que ya sabéis… Los que no hayáis acabado de leer los libros, no leáis ninguno de los artículos encuadrados en el tema de la retrospectiva si no queréis tener sorpresas por adelantado. Pasado el meridiano. Sólo quedan tres.

Retrospectiva – La Rueda del Tiempo: Torres de Medianoche: Proceso de redacción

22 de octubre 2013

Podéis ver una explicación de mi retrospectiva de La Rueda del Tiempo en el enlace a las entradas sobre este tema. Aquí tenéis la quinta. Antes de empezar, he de mencionar que en ésta hay spoilers de toda la serie, incluido el último libro. Si no habéis terminado, será mejor que lo hagáis antes de leer este artículo.

Torres de Medianoche: Proceso de redacción

Una razón por la que decidí escribir primero sobre Rand y Egwene fue porque sabía que este libro —y el hilo de Perrin en particular— iba a ser el más peliagudo respecto a los cuatro puntos de vista principales de la trama. De los cuatro protagonistas, tenía la sensación de que Perrin era el que debía evolucionar más. De hecho, tenía que evolucionar tanto como había hecho Rand, pero sin que resultara tan evidente. El hundimiento de Rand era el resultado de la presión que multitud de fuerzas ejercían sobre él amenazando con aplastarlo. Se vio arrastrado a ese punto límite en el que estaba porque sus conflictos personales se acrecentaron cien veces más por las circunstancias extremas de su vida. Se desmoronó en su desesperado
intento de descubrir lo que era correcto hacer.

Perrin era distinto. Tenía importantes inhibiciones a las que rehuía enfrentarse de manera sistemática y, en muchos aspectos, de los personajes principales era el que estaba más lejos de llegar a lo que tenía que ser. La transformación de Rand había sido más dramática, pero la de Perrin era tan necesaria como la de él.

Cabe señalar que mi impresión era —tanto por los apuntes como por mis lecturas de la serie— que Mat estaba básicamente donde Robert Jordan quería que estuviera. Eso no cambió siquiera después de que me replanteara el personaje de Mat e intentara arreglar la «imagen» que yo le había dado. Lo cual no significa que Mat esté acabado como personaje, sólo que estaba donde el señor Jordan quería que estuviera para la Última Batalla. Mat iba a tener todo un libro para él en la serie de novelas posteriores a la trama principal de la obra, y parte de la evolución de su personaje estaba reservado para esa novela. (Recordad que dichos libros no se van a escribir.)

Al personaje de Egwene aún había que desarrollarlo un poco más, pero casi estaba terminado. En La tormenta había afrontado los retos más cruciales de su trayectoria, pero en Cuchillo de sueños Robert Jordan la había llevado al punto en que debía encontrarse, y en los apuntes para Un recuerdo de Luz había indicado de manera específica cómo tenía que evolucionar. Era más una cuestión de utilizar los enfrentamientos en la Torre Blanca para poner de manifiesto cosas que ella ya había aprendido, y demostrar de una vez por todas en qué persona se había convertido.

En cuanto a otros personajes, Elayne estaba donde debía estar, pero no ocurría lo mismo con Avi. (A su personaje todavía le quedaba mucho que desarrollar.) En mi opinión, Nynaeve había alcanzado ya la culminación de su personaje, al igual que Min. Al menos es como yo lo he entendido, cosa que se refleja en los distintos arcos argumentales de los personajes.

Perrin

Perrin es mi personaje preferido de la serie, y lo ha sido desde mi adolescencia. Al igual que muchos lectores, me sentí frustrado por sus decisiones en los últimos libros, aunque el escritor que hay en mí admiraba la destreza con que Robert Jordan encarrilaba al personaje. Los problemas a los que Perrin se enfrentaba (a veces con poco acierto) ponían de relieve la incómoda relación que tenía con los lobos, su renuencia a darse un respiro, y su capacidad para volcarse tan completamente en un cometido que todo lo demás dejaba de existir para él. (Como ya he dicho, creo que ésa es una de las cosas más significativas que hicieron que sintiera afinidad con Perrin durante todos esos años. De los personajes principales, sólo él es un artífice. Sin embargo, lo es como yo: un constructor centrado en un proyecto. Un artesano.)

Aunque quería ir con cuidado para no pasarme con el concepto, una de mis metas en estos últimos libros era retomar las ideas y los conflictos de los primeros volúmenes creando paralelismos y haciendo hincapié en la naturaleza cíclica de La Rueda del Tiempo. Una vez más, eso era peligroso. No quería que estos libros se convirtieran en una serie de bromas privadas, homenajes y repeticiones.

Sin embargo, hay pasajes en los que no sólo era apropiado, sino vital, que volviéramos a esos temas. Me pareció que uno de dichos pasajes era el concerniente a los Capas Blancas y Perrin, en especial lo relacionado con los dos Hijos de la Luz a los que mata durante el enfrentamiento que tiene lugar en el primer libro. Ésa era una secuencia complicada de hilar. Yo quería que Perrin pusiera de manifiesto su liderazgo de forma distinta a Rand o Egwene. Robert Jordan dejó instrucciones para que Perrin se convirtiera en rey, y me encantó este arco argumental. Pero al empezarlo con los Capas Blancas me arriesgaba a mostrar un Perrin débil y pasivo como personaje. De todas las secuencias de los libros, con ésta fue con la que bregué más, sobre todo a causa de mis propias aspiraciones, objetivos y sueños de lo que deseaba que Perrin llegara a ser.

De los cuatro hilos principales, el suyo es mi favorito por dichos motivos.

En ese libro tenía otros objetivos para Perrin. Pensé que sus experiencias en el Sueño del Lobo tenían que reanudarse y avanzar hacia un clímax final en la Última Batalla. Lo cual significaba retomar la confrontación con Verdugo, la antítesis del reflejo de Perrin con su naturaleza dual. Yo quería resaltar la forma instintiva que tiene Perrin de utilizar sus poderes en contraste con el uso de poder reflexivo y ejercitado que representa Egwene. Algunos lectores han preguntado si creo que Perrin es mejor que Egwene en el Tel’aran’rhiod. No lo es, a pesar de la escena en la que desvía el fuego compacto. Representan las dos caras de una moneda: instinto y aprendizaje. En algunos casos Perrin será más competente, y en otros, Egwene resplandecerá.

La forja del martillo, la muerte de Saltador y la herida que recibe Perrin en la pierna (que es mitológicamente significativa)* estaban en mi plan narrativo para él desde el principio. No obstante, urdir unas escenas con otras conllevó darse muchos cabezazos contra la pared. También quería que las interacciones de Perrin con la Filosofía de la Hoja tuvieran trascendencia, y crear un buen entendimiento entre Galad y él; según mi interpretación de los personajes, creí que cabía la posibilidad de que acabara surgiendo entre ellos una amistad hasta entonces inconcebible.

*Buscad al Rey Pescador de las leyendas artúricas.

De todas las secuencias de las tramas principales de los libros, fueron las de Perrin en las que tuve más libertad, aunque también había un mayor peligro de desviarme demasiado de la perspectiva de Robert Jordan sobre dónde debería estar el personaje. Casi todas sus instrucciones para Perrin estaban enfocadas hacia la persona que Perrin sería tras la Última Batalla, con escasas directrices —o ninguna— respecto a cómo llevarlo hasta allí. Perrin estaba enteramente en mis manos, y quería ir con muchísimo cuidado a la hora de conducir a mi personaje favorito hacia el final.

Por cierto, quería señalar que la interacción de Verin con Egwene en La tormenta fue la mayor sorpresa que me llevé con los apuntes. La segunda gran sorpresa fue el compromiso de Thom y Moraine. Robert Jordan escribió esa escena, y me dejó pasmado al leerla. (Como ya he dicho con anterioridad, aunque me gustaban los libros y los había leído, hay muchísimos lectores que son seguidores más entusiastas que yo, y a ellos eso no los pilló por sorpresa.) Yo no había pillado los indicios sutiles de una relación entre los dos hasta que releí la serie después de que me entregaran los apuntes.

Mat

Robert Jordan había escrito bastante sobre la trama de Mat y dejó instrucciones para gran parte del resto. Mi reto con Mat en este libro, pues, no era completar su hilo argumental —que era bastante bueno— sino hacer mi trabajo mejor que en el libro anterior.

Para conseguirlo, volví a lo escrito por Robert Jordan. Esta vez, diseccioné a Mat y lo estudié como un artesano estudia su obra. Vi una profundidad de narrativa interior que no se parecía a nada de lo que había analizado hasta entonces. De todos los personajes de La Rueda del Tiempo, Mat es el narrador menos fiable. Y es que, a veces, lo que piensa, lo que siente y lo que hace son cosas muy distintas. Su narrativa está repleta de pullas socarronas y de frases tremendamente perspicaces, aunque de hecho son relativamente pocas las que salen de sus labios. A menudo ocurre que, cuanto más intenta hacer algo, peor termina la cosa para él. Mat saca lo mejor que hay en él cuando se deja guiar por su instinto, diga lo que diga su monólogo interno.

Todo lo cual hace que resulte muy difícil escribir sobre él, y es la razón de que mi instinto inicial sobre cómo hacerlo fuera erróneo. Creo que para muchos lectores de La Rueda del Tiempo Mat es la gran sorpresa de la serie. El colega a veces socarrón, aunque a menudo gruñón, de los dos primeros libros, se transforma en una combinación excepcional de genialidad que no he encontrado en ninguna otra historia.

Creo que mi intento de escribir el personaje de Mat en Torres de Medianoche es mucho mejor que el de La tormenta, aunque no estoy seguro de haberlo reflejado como es debido hasta Un Recuerdo de Luz. Sé que algunos seguidores no estarán de acuerdo en que lo haya hecho bien en ninguno de ellos, pero me siento complacido —y a gusto— con el Mat de los dos últimos libros. Aunque, por supuesto, ha ayudado el hecho de tener instrucciones más detalladas de Robert Jordan para el desarrollo de Mat en esos volúmenes.

(Continuará.)

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domingo, 19 de enero de 2014

Retrospectiva de LRdT (4) – B Sanderson

Seguimos con la retrospectiva de Brandon. Esta vez la cuelgo antes porque tenía unos párrafos traducidos la semana pasada y estos días, a ratos, la he terminado. La cuarta entrada también está relacionada con La tormenta, y aquí habla de lo que aprendió en el proceso de escribirla y de lo que no hizo bien.

Ya no tendré que advertir sobre los posibles spoilers si leéis estas entregas porque, a partir de ésta, Brandon avisa que los hay sobre toda la serie. De modo que ya sabéis, será mejor que no leáis ninguno de los artículos encuadrados en el tema de la retrospectiva. Y son ocho en total. ¡Ya llegamos a la mitad!

Retrospectiva – La Rueda del Tiempo: La tormenta: ¿Qué aprendí?

17 de octubre 2013

Podéis ver una explicación de mi retrospectiva de La Rueda del Tiempo en el enlace a las entradas previas sobre este tema. Aquí tenéis la cuarta entrada. Antes de empezar, he de mencionar que en ésta hay spoilers de toda la serie, incluido el último libro. Si no lo habéis terminado, será mejor que lo acabéis antes de leer este artículo.

La tormenta: ¿Qué aprendí?

Es obvio que lo que aprendí tiene que ver con hacer malabares con tantas tramas secundarias. Sólo había hecho un intento a ese nivel de complejidad en toda mi vida con el primer borrador de El camino de los reyes. (Escrito entre 2002 y 2003, era muy diferente de la versión que publiqué en 2010, que estaba reconstruida de principio a fin y escrita por segunda vez desde la primera página.) El libro presentaba grandes problemas, y pensé por aquel entonces que se debía a la inexperiencia en hacer malabarismos con aquella multitud de puntos de vista. Desde entonces, mi consejo a los escritores noveles: es una trampa potencial añadir complejidad a causa de muchos puntos de vista cuando el libro no lo requiere. Muchas obras épicas que nos encantan de este género (La Rueda del Tiempo y Canción de Hielo y Fuego incluidas) empiezan con un pequeño grupo de personajes —muchos de la misma localidad— antes de dividirse en aventuras mucho más numerosas y con un incremento de puntos de vista.

No podía permitirme el lujo de que eso siguiera dándoseme mal. Por suerte, finalizar la trilogía de Nacidos de la bruma me había enseñado mucho respecto a hacer malabarismos con los puntos de vista de personajes. Me sentía más capaz de abordar la tarea de La Rueda del Tiempo separando puntos de vista para organizarlos en una novela y hacer que mantuvieran un ritmo narrativo entre sí a fin de que se complementaran, en lugar de distraer o confundir al lector.

El otro punto importante que creo que he conseguido trabajando en este libro es una mejor comprensión de mi método para desarrollar un guión. Como ya he dicho anteriormente en otras entradas, parece que Robert Jordan fue más un escritor del tipo «descubridor» que un autor de guión; yo soy lo contrario. Trabajar en La tormenta me obligó a tomar todos esos apuntes y fragmentos de escenas para construir una historia coherente con ellos. Funcionó sorprendentemente bien. De algún modo, mi propio método se fundió de forma perfecta con el reto de crear un libro de todas esas partes. (Lo cual no significa que el libro fuera perfecto; sólo que mi método se adaptó de un modo natural al reto de desarrollar esas novelas.)

Asimismo hay un montón de cosas pequeñas. La meticulosidad de Harriet con la edición de líneas argumentales me enseñó a ser más específico en la elección de palabras. Las contribuciones inestimables de Alan y Maria me descubrieron la importancia de tener auxiliares que ayuden en proyectos de esta envergadura, y me mostraron cómo hacer mejor uso de tal ayuda. (Eso fue algo que empecé a hacer mal; mis primeras peticiones para Alan y Maria fueron que reunieran cosas que nunca llegué a necesitar, por ejemplo.) Adquirí un nuevo y enorme respeto por el fandom de La Rueda del Tiempo, y creo que llegué a comprender a los seguidores —en especial a los muy entusiastas— un poco mejor. A cambio, esto ha conformado la interacción entre mis propios lectores y yo.

También descubrí que mi modo de crear personajes —que es la parte del proceso de escribir que practico más como un autor “descubridor”— podía traicionarme. Como se hace patente a continuación.

La tormenta: ¿Qué hice mal?

Mi modo de abordar el personaje de Mat ha sido divisivo entre los seguidores de La Rueda del Tiempo. Un gran número cree que no supe reflejarlo en La tormenta. Hay un número similar de aficionados que me han dicho que les gusta mi Mat más de lo que les gustaba en los libros anteriores. Por desgracia, que esos últimos seguidores afirmen tal cosa demuestra que los primeros tienen razón. La gente no viene a decirme: «Me gusta tu Perrin» o «No me gusta tu Perrin». Tampoco lo dicen de Rand, Egwene, o cualquiera de los otros personajes principales. Y a pesar de que sin duda habrá aficionados que piensan así sobre esos personajes, no se da una opinión consensuada al respecto entre un amplio número de seguidores, como ocurre con la de que Mat era DIFERENTE en La tormenta. A los que les gusta más, probablemente sean quienes prefieren la forma en que retrato a un personaje pícaro como opuesta a lo que Robert Jordan hacía. No significa que Mat sea mejor, sólo que lo he escrito de forma diferente, y en cuanto surge algo diferente, algunos preferirán cambiar a esa última versión. (¡Incluso hay gente que prefiere la «Nueva Coca»!)

No es mi intención menospreciar la opinión de quienes creen que Mat estaba genial en La tormenta. Me alegra que os gustara, y opino que hay algunos fragmentos excelentes en las partes escritas bajo su punto de vista. Sin embargo, creo que me equivoqué y las críticas son pertinentes. Si examinamos el Mat de Robert Jordan y lo que yo escribí, existen algunas diferencias sutiles por las que a un número considerable de lectores les pareció que Mat estaba mal escrito. (Jason Denzel, que es un buen amigo, fue el primero en indicármelo; no de mala fe, sino con franqueza. Su comentario fue algo parecido a: «Creo que tu enfoque de Mat se asemeja al Mat de los primeros libros.» Fue un modo muy educado de decirme que mi Mat carecía de la profundidad de la caracterización del personaje adquirida a lo largo de los últimos libros de la serie.)

Mi Mat no fue un intento de enmendarlo o cambiarlo; la sensación de que Mat no «suena» a Mat la cree yo confiando en mi instinto y, en este caso, me equivoqué. Veréis, como he dicho con anterioridad, yo desarollo personajes al estilo “descubridor”. Escribo un punto de vista y después juzgo si la cosa suena bien. Lo intento de nuevo, cambiando el modo en que los personajes reaccionan y piensan, hasta que llego a percibir esa sensación. Es como hacer interpretar el mismo papel a diferentes actores, y lo hago de forma deliberada; creo que existe un riesgo en perfilar tanto, como es mi caso. El riesgo es dejar a los personajes como si estuvieran envarados, como si se limitaran a representar papeles en una trama. (En mi opinión, muchas obras de suspense, que es un género basado en tramas minuciosamente argumentadas*, tienen ese problema.)

*Se trata de un método en el que cada elemento de la narración es necesario e irreemplazable; todo lo demás, se quita.

Para combatir eso, dejo que mis personajes se desarrollen de un modo más natural. Les permito saltarse la línea argumental, y luego reviso la trama para que encajen con la gente en la que se están convirtiendo. A menudo lo hacen así, pero casi siempre en pequeñas cosas; por lo general, mi método de asignación de roles encuentra la persona correcta para la trama y eso ya no necesita más revisiones importantes a medida que se desarrolla.

Sin embargo, he leído La Rueda del Tiempo una y otra vez y nunca me pareció que la imagen que tengo de Mat estuviera influenciada en gran medida por sus apariciones en los libros uno y dos. El colega granuja. A pesar de que algunas de mis partes favoritas de la serie son sus últimas apariciones, en las que gana muchísima personalidad (si bien eso empezó ya en el libro tres), le asigné un papel equivocado en estos libros, y simplemente lo escribí mal. Era una versión de Mat, y no creo que sea un desastre, pero sí que está mucho más lejos de tener su caracterización correcta de lo que lo están los otros personajes.

Lo interesante de todo esto, aunque es el mayor error que cometí al escribir La tormenta, es que también es una de las cosas que más me han enseñado. Mi profundización en el punto de vista para el siguiente libro se convirtió en una de las experiencias de aprendizaje más grandes que he tenido hasta ahora en mi carrera.

(Continuara.)

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domingo, 12 de enero de 2014

Retrospectiva de LRdT (3) – B Sanderson

Por fin cuelgo la tercera entrega de esta retrospectiva. He conseguido sacarla hoy porque no me había dado cuenta de que no tenía separada la tercera de la cuarta, y por eso me parecía larguísima. De todos modos, es extensa. Seguimos, pues, con la retrospectiva de Brandon. Esta entrada trata sobre el proceso de redacción de La tormenta. Insistiré de nuevo en que quienes no hayáis leído toda la serie, incluido el último libro, si queréis evitar spoilers será mejor que no leáis lo que viene a continuación.

Retrospectiva – La Rueda del Tiempo: La tormenta: Proceso de redacción.

15 de octubre 2013

La explicación de mi retrospectiva de La Rueda del Tiempo la tenéis al principio de mi primera entrada, que trataba sobre los apuntes, y mi segunda entrada respecto al proceso. Aquí tenéis la tercera.

La tormenta: El proceso de redacción

Me metí en serio con el proyecto en el verano y el otoño de 2008. Enseguida me percaté de que eran muchas las cosas que habría de tener en cuenta si escribía de forma rigurosamente cronológica, como por lo general solía hacer antes. Para este proyecto, tenía que coger grupos de personajes, memorizar toda la información que hubiera sobre ellos (como si cargara un programa en memoria RAM) y dedicarme a escribir durante semanas sobre ese grupo de forma exclusiva. De ese modo, podría seguir la pista a las «voces»(*) de los numerosos personajes y continuar con las abundantes sub-tramas.

(*) Se refiere a la técnica de redactar cada capítulo o partes de capítulos según el punto de vista de un personaje.

Lo más difícil de este proyecto, creo, fue seguir la pista a las sub-tramas y las voces. Lo cual no es de extrañar; aunque había leído La Rueda del Tiempo muchas veces, no era un superfan. Me gustaba la serie, pero no me contaba entre la gente que creaba sitios, wikis y cosas por el estilo para La Rueda del Tiempo. Leí los libros para estudiar la técnica de escritura y para disfrutar con la historia; no dedicaba mucho tiempo en seguir la pista de qué Aes Sedai secundaria era cuál.

Pero ya no podía seguir siendo poco riguroso respecto a eso; tenía que conocer a todos y cada uno de los personajes. Parte de la genialidad de Robert Jordan radicaba en la personalidad individual de todos esos personajes secundarios. De modo que empecé a partir en secciones el último libro (que por entonces aún era una novela única en mi mente). Lo dividí en cinco partes. Cuatro de ellas —una para Rand, una para Egwene, una para Mat y una para Perrin— serían las que impulsarían esas cuatro tramas principales hacia el final. Y transcurrirían, más o menos, de forma simultánea. Así pues, la quinta parte —la inmediatamente anterior a la Última Batalla y también la propia batalla— sería la quinta sección.

Para mí fue evidente desde los primeros esbozos del proyecto que iba a escribir un libro enorme. Era muy consciente de lo que Robert Jordan había dicho sobre el último volumen; podéis encontrar citas en Internet en las que prometía que sería tan extenso que los aficionados iban a necesitar una carretilla para llevárselo de las librerías. (*) Me tomé eso muy en serio, pero sabía que eran pocas las posibilidades de que Tor me permitiera escribir un volumen tan grande sin dividirlo.

(*) En Los Espejos de la Rueda hay una entrada sobre un artículo publicado por la revista Forbes de una entrevista a RJ, donde se lee, entre muchas otras cosas:

“Los admiradores están esperando pacientemente el libro número 12, A Memory Of Light, que Jordan prometió sería el último, incluso si llega a alcanzar las 2.000 páginas. "He dicho a la gente que podrían necesitar una carretilla elevadora para sacarlo por la puerta", decía Jordan, hablando por teléfono desde su casa en Carolina del Sur.”

De hecho, a finales de 2008 a Tor le llegó la noticia de que yo había hablado a Harriet de un libro de dos mil páginas. Creo que fue en enero 2009 cuando Harriet me llamó para indicarme que dividiera el libro. Estaba preparado para esa petición. Lo primero que le dije fue: «Todavía sigo viendo este libro como un único tomo, y me gustaría intentar que se imprimiera en un volumen si hay alguna posibilidad.» Ella le transmitió mis razonamientos a Tor, y sostuvo una larga conversación con Tom Doherty. Cuando habló de nuevo conmigo, dijo que la editorial aconsejaba firmemente hacer una partición.

Todavía no estoy seguro de lo que habría ocurrido si Robert Jordan hubiera intentado no dividirlo. Quizás Harriet lo habría persuadido de que las realidades de la edición hacían imposible imprimir un libro tan extenso. Sea como fuere, creía haber planteado un razonamiento todo lo contundente que estaba a mi alcance; y comprendí, a pesar de mi deseo de ver el libro como un único volumen, tal como Robert Jordan lo había concebido, que habría que descartar partes muy importantes de la trama o tendría que acceder a dividir la novela.

Opino que tomamos la decisión correcta. Tres libros me daban la oportunidad de profundizar realmente en el proyecto, no como una obra aislada, sino como un proceso. Cortar tramas principales habría convertido el último libro en una intentona precipitada que me exigiría pasar por alto varios hilos importantes. Sin embargo, la partición del borrador creó algunos problemas sobre los que hablaré en la entrada referente a Torres de Medianoche.

Cuando Harriet me pidió que dividiera el libro, me consultó si había en el argumento un punto natural de un antes y un después. Le dije que partirlo en dos no funcionaría, pero que quizás en tres sí. Yo no tenía la impresión de que Un Recuerdo de Luz funcionara como dos volúmenes. Mirando mi borrador y lo que tenía que conseguir, dividirlo en dos libros significaría o tener uno muy largo y otro de tamaño normal, o dos divididos equitativamente. Ambas opciones habrían sido engorrosas. La primera porque hacer un libro de La Rueda del Tiempo de doble tamaño habría planteado los mismos problemas que imprimir la novela original de dos mil páginas. En términos de edición, mil quinientas páginas no son una opción mejor. Con mil, como algunos de los libros de La Rueda, ya fuerza esos límites.

La segunda opción —dos libros de mil páginas cada uno— era incluso un problema mayor. Si cortábamos por la mitad, tendríamos la primera media parte de las cuatro tramas principales a las que hacía referencia al principio, pero sin que ninguna de ellas tuviera su momento culminante. Escribir una novela como un libro que sea una mera preparación y que la mayoría de los desenlaces tengan lugar en el siguiente, era un experimento que Robert Jordan ya había probado y había hablado de los problemas que presentaba.

Por el contrario, yo tenía la impresión de que dividir el libro en tres volúmenes nos permitiría concluir tramas en cada uno de ellos. De hecho, serían dos en La tormenta y dos en Torres de Medianoche, que conducirían a la apoteosis final de Un Recuerdo de Luz. Así que me puse a separar los hilos argumentales y decidí qué iría dónde.

Para empezar, sabía que los aficionados verían con escepticismo que yo me hiciera cargo del proyecto, y sabía que su escepticismo sería mayor cuando anunciara la división en tres volúmenes. Lo cual significaba que yo quería sacar las tramas más dinámicas en el primero. (Tenía la certeza de que el final generaría su propio libro, y nunca temí que no fuera lo suficientemente dinámico.) Además, quería separar las cuatro partes —Rand, Egwene, Mat, Perrin— de forma que al menos tuviéramos en cada libro una en la que Robert Jordan hubiera trabajado bastante. Había mucho menos material acabado sobre Rand y Perrin que sobre Mat y Egwene. Por lo tanto, tendría que ser Rand-Egwene o Perrin-Mat para el primer libro.

Enseguida fue evidente que tenía que empezar con Rand-Egwene. Ambos eran reflejos opuestos en cosas muy interesantes, por ejemplo la narrativa descendente de Rand y la narrativa ascendente de Egwene. Mientras que Rand era introspectivo, el arco argumental de Egwene rebosaba acción, y viceversa. Aunque de los cuatro hilos narrativos de personajes mi preferido era el de Perrin, notaba que el suyo requería mucho desarrollo y menos argumento directo a medida que nos acercábamos al clímax de su parte. También decidí que las distintas tramas funcionarían bien reservando para el segundo libro parte de lo que Rand y Egwene estaban haciendo, pero no me fue tan fácil conseguir lo mismo en el caso de Perrin-Mat.

En mi mente se estaba creando un libro. El poder absoluto de Rand conduciéndolo hacia la destrucción, y la específica falta de poder de Egwene elevándola hacia la reconstrucción de la Torre Blanca. Necesitábamos una parte de Mat —no quería que no apareciera en el libro— así que Hinderstap fue una creación mía que desarrollé después de que Harriet me pidiera que fuera «más inquietante y espeluznante» con relación a las burbujas malignas que aparecían en el libro.

Egwene

Fue absolutamente delicioso trabajar en el arco argumental de Egwene. De todas las cosas que Robert Jordan había estado creando para este último libro antes de morir (incluido el último capítulo), creo que ésta era la que estaba conformada con más plenitud. El ascenso de Egwene y el ataque de los seanchan estaban en perfecta consonancia con el estilo clásico de La Rueda del Tiempo, y fui participe de ello de una manera especial trabajando con sus apuntes e instrucciones para elaborar las líneas argumentales exactamente como sentía que él las había imaginado.

Un cambio importante que hice fue dividir en dos escenas distintas la parte de la cena de Egwene y Elaida, en lugar de hacer sólo una. Estaba convencido de que ese ritmo de la acción funcionaría mucho mejor, además de que también la secuencia de Rand se complementaba mejor con lo que acontece en la primera cena, cuando Egwene recibe la orden ir a ocuparse de otros quehaceres, y luego una segunda cena en la que podría hacer que Egwene saliera victoriosa sin tener siquiera que encauzar.

En la secuencia de Egwene hice un verdadero trabajo en común con Robert Jordan. En otros sitios, introducía escenas que él había escrito. En muchos otros, al no disponer de instrucciones me dejaba llevar por el instinto. De Egwene tenía una mezcla de explicaciones de escenas, escenas escritas, y llamadas de P&R de Robert Jordan que me producían la sensación de estar trabajando directamente con él para desarrollar la secuencia. Si queréis ver todo un hilo argumental en los libros que en mi opinión es el que más se asemeja a lo que él habría hecho de haber podido, os sugeriría el de Egwene en La tormenta. (Y lo que es más: la mayor parte de lo que tenemos sobre ella se debe a sus indicaciones, incluso los sucesos que conducen —e incluyen— Merrilor.)

Rand

Al abordar este proyecto, una de mis metas personales —si la serie lo permitía— era dedicar más tiempo a los personajes principales, en especial a Rand. Me encantan los libros centrales, con la exploración de otros hilos y personajes, pero el primer libro nos presentaba a Rand, Perrin, Mat y Egwene como nuestros personajes principales. Y creo que, por mor de la verdadera esencia de La Rueda del Tiempo, lo que debía hacerse era volcar de nuevo la atención en ellos en los últimos libros. Pienso que Robert Jordan habría hecho lo mismo.

Rand tenía que ser el centro de las tres novelas. Dándole vueltas a cómo conseguirlo, volvieron a mi memoria cosas que había sentido cuando leí por primera vez Camino a Tear y El Pueblo del Dragón (El Dragón Renacido, edición antigua). La angustia del personaje de Rand me impactó, y pensé: «Es imposible que pueda desmoronarse más, que se vea forzado a soportar más de lo que le ha pasado aquí.» Los libros que siguieron me dieron la razón.

Entonces leí El Señor del Caos y Los Asha'man. Esos libros te parten el corazón. Me dejó pasmado que pudieran hundir más a Rand. Cosa que se acrecienta en los siguientes libros, en los que tiene que cargar con más y más cosas. Sin embargo, los momentos difíciles de esos dos libros son los que perduran en mi recuerdo como los más duros. Recuerdo que pensé: «Sin duda hemos tocado fondo.»

Por eso, en La tormenta tenía que intentar lograr lo que Robert Jordan había conseguido hacer dos veces. Tenía que llevar a Rand a un declive mayor de lo que el lector había asumido, esperado o, incluso, creído posible. En parte, esto se debía a tener que acabar los hilos argumentales que Robert Jordan había establecido, y en parte por su amor al monomito (término acuñado por Joseph Campbell) y el viaje del héroe campbelliano, pero sobre todo porque era lo que me parecía apropiado. Los momentos más bajos de Rand en la serie tenían que preceder a, por decirlo de algún modo, su redención.

Esto también me ofreció una interesante oportunidad narrativa. En su hilo argumental, tanto el declive de Rand, así como la decisión que toma en el Monte del Dragón, e igualmente sus siguientes actos como el Dragón Renacido, todo ello habría ocurrido en un único volumen. Al dividir los libros podía situar la primera parte en un libro, y después hacer que sus actos en el segundo libro originaran una tensión interesante con la pregunta de si ese nuevo Rand seguía siendo el Rand al que queríamos o no. Tenía en mis manos despertar tal temor en los lectores, porque del mismo modo que se había vuelvo irreconocible en la profundidad de su caída, también podría convertirse en algo incognoscible en el cenit de su redención. Eso abriría un nuevo tipo de conflicto —uno que yo no había explorado nunca— a lo largo de Torres de Medianoche, antes de ofrecer, finalmente, más escenas bajo el punto de vista de Rand en Un Recuerdo de Luz. (A Harriet le encantó escuchar lo que planeaba hacer. Su principal argumento respecto a Rand era que él, para realizar los actos que lleva a cabo en el último libro, tenía que mostrarse muy humano a la hora de abordarlos. Iba a ser la historia de un hombre corriente que lograba algo extraordinario, y no una deidad incognoscible haciendo eso mismo.)

Otros personajes

Tengo debilidad por Aviendha, mi preferida entre los personajes femeninos principales de La Rueda del tiempo. (De los personajes masculinos principales mi preferido es Perrin.) Quería que hubiera un regreso de «Avi» en los últimos libros, porque tenía la sensación de que apenas la habíamos visto en los anteriores. También mantengo una relación interesante con Nynaeve, un personaje al que (de joven) yo le tenía manía. Mi opinión sobre ella es que fue la que más evolucionó a lo largo de los años que leí los libros como cualquier otro seguidor, y para cuando salió Cuchillo de sueños me tenía entusiasmado. Sabía que, con la muchedumbre de personajes de los últimos libros, ella no tendría una parte extensa en la Última Batalla. (Muy pocos la tendrían, aparte de Rand, Egwene, Perrin y Mat.) En consecuencia, para mí era importante darle una sólida e interesante secuencia de escenas a lo largo de La tormenta y Torres de Medianoche. El ascenso de su personaje no estaba indicado en los apuntes, pero fue algo en lo que insistí que saliera en los libros. (Y, de la misma forma, algo en lo que insistió Harriet —y a lo que yo estuve más que dispuesto a acceder— fue que hubiera un encuentro entre Rand y su padre.)

(Continuará.)

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jueves, 2 de enero de 2014

Retrospectiva de LRdT (2) – B Sanderson

Hace unos días colgué la primera entrada de esta retrospectiva de Brandon. De momento, y ya que habéis entrado tres lectores a comentar que os interesa, os traigo la segunda parte que se centra en «el proceso». Igual que advertí en la entrada anterior, quienes no hayáis leído toda la serie, incluido el último libro, si queréis evitar spoilers será mejor que no leáis lo que viene a continuación. Asimismo, lo que son aclaraciones o comentarios míos los pongo en marrón. Empezamos...

Retrospectiva – La Rueda del Tiempo: El proceso.

10 de octubre 2013

La explicación de mi retrospectiva de La Rueda del Tiempo la tenéis al principio de mi primera entrada, que trataba sobre los apuntes. Aquí tenéis la segunda.

El proceso

Lo primero que hice después de que me entregaran los apuntes fue meterme de lleno a releer la serie —con los apuntes a mano— en busca de indicios insinuados que habría que hacerlos realidad y «arcos dramáticos» de personajes que estaban inconclusos. Podéis leer mis reacciones libro por libro; escribí varias entradas en 2008 mientras releía la serie.(*)

(*) En mi blog podéis leer en el mes de febrero 2008 las traducciones a partir del 02-02-2008 (ahí tenéis —de abajo arriba— desde la entrada sobre el primer libro, en inglés, claro, «Repaso general – La Rueda del Tiempo (1)», hasta la entrada sobre el sexto, «Repaso general – La Rueda del Tiempo (6)» el 26-02-2008. Luego, en el mes de marzo 2008, están desde la entrada del libro 7 hasta el 10, así como algunos comentarios aparte, como «Reflexiones», «Cálculos de Brandon» y «Definición de surrealista». Por último, en mayo 2008, el día 3, el «Repaso general – La Rueda del Tiempo (11)» Cuchillos de sueños.

Aquello me llevó meses, y mientras escribía me preparé un archivo enorme de preguntas, posibles escenas e ideas. La siguiente visita que hice a Charleston fue en la primavera de 2008. ¿Abril, quizá? No lo recuerdo con exactitud. Casi había acabado de releer los libros, aunque dudaba de que hubiera terminado ya con ello.

Llegado a este punto, me senté con el Equipo Jordan. Por si acaso no conocéis a los miembros de dicho grupo, son estos:

Harriet: Editora y viuda de Robert Jordan. Fue quien le descubrió como aspirante a escritor en Charleston, cuando ella se mudó allí para criar a su hijo, habido en un matrimonio anterior. (Harriet no creía que Nueva York fuera un buen lugar para eso, y había heredado la casa familiar en Charleston.) Las creaciones de Robert Jordan le dieron ánimo y empezó a publicar sus novelas históricas (todavía trabajaba para Tor, pero desde su casa). Con el tiempo, se enamoraron y se casaron. Fue la editora de todos los libros de La Rueda del Tiempo, además de ocuparse de otras cosas. (Por ejemplo, es responsable de casi todos los títulos de capítulos de todos los libros.)

Maria: Creo que la contrataron más o menos por el libro séptimo. Al principio, parece que su trabajo era más bien de oficina, pero con el tiempo impresionó a Robert Jordan y a Harriet y pasó a ocupar un puesto más relacionado con el trabajo editorial. Era la que se ocupaba de controlar la continuidad (como la «línea del guión» en el cine) para él, y también trabajaba en sus revisiones y correcciones. En la actualidad, además está encargada de otras cosas, como por ejemplo que las novelas gráficas de La Rueda del Tiempo sigan la trama y las descripciones de forma correcta.

Alan: Alan llegó después que Maria, pero aun así lleva años y años a estas alturas. Ayuda con el trabajo de oficina y sabe mucho sobre las artes militares. En los últimos libros se convirtió en mi «Gran Capitán». (Aunque él y yo nos dábamos de cabezazos a menudo porque yo presionaba para que hubiera más dramatismo y él para que hubiera descripciones de tácticas más específicas.)

Wilson: Ignoro si él estará de acuerdo en si formaba o no parte del Equipo Jordan, pero yo lo veo así. Wilson era primo de Robert Jordan y amigo íntimo desde la infancia; el primo que era como un hermano. Jovial y amable, no hace mucho, para un concurso de disfraces, se disfrazó… de mí. Durante años ha sido un animador para el trabajo de Jim, y siempre que me sentía amilanado por este proyecto, recibía una corta nota de ánimo o ayuda de Wilson.

Durante la segunda visita a Charleston, me senté con Alan, Maria y Harriet para perfilar mis ideas respecto hacia dónde deberían encaminarse los últimos libros. Pedí hojas grandes de papel de envolver y me puse a escribir sobre personajes, tramas, objetivos y a organizar un orden de secuencias. Después, entre los componentes del grupo buscamos soluciones e ideas para todo aquello con lo que no teníamos claro qué hacer. Varias veces presenté mis (un tanto atrevidos) planes para secuencias que Robert Jordan no había bosquejado. Creo que muchas de las cosas que sugerí sorprendieron a los miembros del Equipo Jordan… y les preocupó.

Sin embargo, mi argumento era éste: Robert Jordan no habría dejado inalterado el último libro si hubiera tenido que cambiar algo. No habría hecho todo como se esperaba que se hiciera. No habría dejado estancados los arcos dramáticos de los personajes. No habría cesado de crear el mundo. Si íbamos a lo seguro con el libro, la serie llegaría a un clímax final sin garra. Harriet estuvo de acuerdo y me dijo que llevara adelante algunos de esos planes, si bien me advirtió que, como editora, leería y comprobaría si conseguía hilar la serie de escenas. Si lo lograba, irían en los libros. Si no, las quitaríamos.

Eso acabó funcionando realmente bien. Me permitió tener libertad artística para encaminar los libros sin restricciones hacia donde creía que debían ir. Bueno, sí, me puse una restricción, que era no ir en contra de los libros anteriores de Robert Jordan, y que si él había terminado una escena en los apuntes, la utilizaríamos.

Al leer eso puede parecer que yo intentaba desviar los libros de la línea imaginada por él. Nada más lejos de la verdad. Al releer la serie, al comprender mejor sus apuntes, sentí como si tuviera una visión del tipo de ritmo emocional que Robert Jordan anhelaba dar al último libro. Ese ritmo emocional requería sorpresas, revelaciones y transformaciones. Tuve la sensación de que realmente había captado el «pulso» de esta serie. Mi objetivo era hacer realidad su visión. Sin embargo, para conseguirlo, tenía que ejercitar mis «músculos artísticos», del mismo modo que él habría ejercitado los suyos. Tenía que permitir que el escritor creativo que hay en mí creara, relatara historias.

Lo cual significaba abordar esos libros como un escritor, no como un «negro» (un escritor sin firma que escribe para otro). Harriet lo comprendió; me contrató a mí en lugar de contratar un negro porque teníamos apuntes y fragmentos de escenas, no una novela casi terminada. Sin embargo, también tuvo mucha razón al decirme que actuaría como una fuerza estabilizadora. Dejar que mi creatividad saliera de su proverbial caja de Pandora significaba caminar por un terreno peligroso, con la posibilidad de que cosas que fueran demasiado «Brandon» consumieran la serie. Yo no quería que ocurriera tal cosa, y Harriet era el mecanismo de control de seguridad.

Tal es la razón de que hubiera que quitar algunas escenas de los libros, como la de «Río de almas», que forma parte de la antología Unfettered. No es la única. Otras incluían una parte en la que Perrin entraba a los Atajos.

Durante el proceso de escribir estos libros, todos los miembros del Equipo Jordan hicieron comentarios sobre todos los aspectos, pero cierto tipo de especialización surgía en cada uno de ellos de forma natural. Harriet editaba y se enfocaba en el modo de expresarse de los personajes. (Como bien me hizo notar respecto a una de mis primeras escenas de Aviendha: «Brandon, has escrito una Elayne casi perfecta.» Me costó unos cuantos intentos más hasta conseguir lo que era correcto.) Maria estaba atenta respecto la continuidad con los otros libros. Alan hacía hincapié en la línea temporal, movimiento de tropas y tácticas.

(Continuará.)

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