lunes, 14 de enero de 2008

La campaña afgana

Ver actualización al final del artículo

Por fin os presento el libro que nos dio tanto trabajo hasta mediado el verano, La campaña afgana, novela histórica escrita por Steven Pressfield, de quien ya se han publicado varias obras en castellano, la mayoría ambientadas en esta época. Se tiene previsto que salga a la venta el día 17 de enero.


La mayor dificultad que encontré fue el notable contraste entre el escenario histórico en el que transcurre la novela y el lenguaje utilizado por los principales protagonistas, una jerga soldadesca que a veces casi parece propia de los marines de hoy día. También tuve que dedicar mucho tiempo a contrastar de manera continua datos geográficos e históricos respecto a tribus y pueblos que aparecen en la novela.

Pressfield nos sitúa en la época de Alejandro Magno, en plena expansión del imperio después de que el joven monarca derrotara a Darío en Gaugamela y se lanzara a la conquista de las grandes satrapías persas -a caballo entre Oriente Medio y el Extremo Oriente- con la mirada puesta en la siguiente etapa: la legendaria India. Una vez situados en ese marco histórico, sólo quedaba sentarse cómodamente y esperar con interés qué cuenta el narrador de ese increíble viaje a través de la vastedad de una tierra inclemente que hasta entonces había sido el Imperio Aqueménida.

Y ahí es donde entré en conflicto con la novela. Digo conflicto porque me costó Dios y ayuda (sangre, sudor y lágrimas) armonizar en mi mente ese escenario del mundo antiguo con el lenguaje –y frecuentemente la actitud- de los soldados macedonios que protagonizan la novela. A veces perdía de vista que lo que se reflejaba en las páginas eran los avatares de la campaña del ejército de Alejandro por las satrapías y los territorios aledaños al Hindu Kush, y no una crónica actual de cualquier corresponsal desde Afganistán. No por los acontecimientos, que siguen la línea histórica de aquellos hechos, sino, repito, por el ambiente que se crea en torno a los personajes tan... de hoy.

En cuanto a la protagonista de este comentario, la novela, paso a haceros un resumen que es mezcla de la impresión que me dejó y de la sinopsis que he leído en la página del autor, ya que aún no tengo el libro en mi poder para poner la reseña que aparece en la contraportada. Está de camino, pero aún no ha llegado. Tal vez Alejandro y los Compañeros se han entretenido por el camino para celebrar la ocasión.

Como se deduce fácilmente por el título, la novela se centra en la campaña de Asia, en la región que hoy conocemos como Afganistán, si bien, aunque el Magno aparece en la novela en varias ocasiones, los protagonistas son soldados rasos y sus oficiales más inmediatos. Matías, un joven infante macedonio que se alista en el ejército de su admirado Alejandro, es el encargado de relatarnos las vicisitudes que acontecen en las largas marchas, en las batallas, en el día a día de la vida de un soldado normal, el que no está destinado a convertirse en héroe ni pasará a la historia.

Y nos habla de los desafíos militares y morales a los que ha de enfrentarse, del ensañamiento y la crueldad cotidianos que van transformando a un ilusionado muchacho que emprendió la aventura de ir en busca de la gloria en un hombre que al cabo de dos o tres años contempla con indiferencia la masacre de poblados enteros. Porque ha de entrar en la dinámica de matar para sobrevivir en una creciente escalada de violencia que desemboca en el cruento final que afronta protegido con la armadura de la conmoción y el escudo del estupor.

En esta novela se enfrentan dos fuerzas con conceptos muy distintos: una se ve como representante de la civilización, según la entienden los macedonios, y la otra, un pueblo aislado con un orgullo indomable, profunda religiosidad y apasionadamente dispuesto a morir por sus ideas.

Steven Pressfield nos presenta el conflicto entre un ejército invasor de Occidente y unos feroces guerreros de Oriente decididos a defender su tierra a toda costa. Y lo cuenta con palabras que muy bien podrían haber salido de cualquier despacho de guerra de los conflictos actuales en Irak y Afganistán; palabras que pone en boca de Alejandro al dirigirse a sus tropas en una de sus arengas:

Aquí, el enemigo no se nos enfrentará en una batalla campal, como hicieron otros ejércitos a los que combatimos en el pasado, sino en las condiciones que elegirá. Para nosotros su palabra no tiene valor. Viola las treguas por costumbre; traiciona en la paz. Cuando lo derrotamos, no acepta nuestro dominio. Vuelve una y otra vez. Nos odia con una pasión tan intensa que sólo la aventajan su paciencia y su capacidad de sufrimiento.

Una novela dura, sin concesiones. Recuerdo que al hacer la reseña de Escuadrilla Azor comenté la crudeza de los combates en el aire y en las trincheras, pero creo que ésta historia no sólo iguala la brutalidad de la Gran Guerra descrita allí, sino que la supera.

Ahora, con la distancia de los meses transcurridos desde que finalicé la traducción, pienso que el esfuerzo y los ratos de desánimo merecieron la pena y que los compensa la satisfacción de haber hecho mi trabajo.

Por suerte no me enfrenté sola a este desafío. Conté con la ayuda de personas estupendas. Quiero dar las gracias a Marc Gener, el asesor técnico, por sus acertados consejos y por esos momentos de inspiración que ponían un toque cómico en momentos críticos y que actuaban como un bálsamo; y a Vicky Hidalgo, editora de Militaria, siempre dispuesta a ofrecer el hombro para que llorara en él y me desahogara, siempre con una palabra de ánimo. Su apoyo, los correos que nos provocaban la risa o la sonrisa cuando parecía que el “yandonio” (¿os acordáis, compañeros?) iba a superarnos y detalles puntuales como la mascota que nos buscamos, aquel gracioso “Alejandro Gato” con su precioso casco, listo para entrar en batalla, son factores decisivos para que recuerde con agrado –y una sonrisa otra vez- esta experiencia.

Por último, querría agradecer también la ayuda desinteresada de una persona que se ofreció para revisar la traducción por si a nosotros se nos había pasado algo por alto. Saber que alguien con sus conocimientos sobre la temática de la novela daba el visto bueno a mi labor no sólo fue un alivio, sino una satisfacción. El motivo de no mencionar su nombre es simplemente por discreción. Gracias de todos modos.

La primera imagen creo que es la de la portada que va a salir, pero si fuera otra, la cambiaría. Las siguientes imágenes pertenecen a la edición de pasta dura y a la edición de bolsillo en inglés.


Un saludo a todos.

16 de enero, actualización

Ya tengo en mis manos el libro. Ha quedado bonito, con esa portada que me recuerda el frío que sentí mientras traducía los capítulos del paso del ejército por el Hindu Kush. Pasta dura con sobrecubierta, 347 páginas.

Respecto a mi comentario de omitir el nombre de la persona que colaboró en la revisión técnica del texto de esta novela, puesto que hoy he visto que en la página de créditos aparece su nombre junto al de Marc Gener, imagino que no pecaré de indiscreta al decirlo aquí también: Javier Negrete. Agradezco de nuevo su ayuda inestimable.


A continuación, el resumen que aparece en la contracubierta:
----
Hace 2300 años el ejército invicto de Alejandro Magno invadió la tierra natal de las fieras y orgullosas tribus afganas. Esta campaña, que debía durar tres meses, se prolongó por tres largos años. Ésta es la historia de uno de esos soldados...

Matías, el más joven de tres hermanos y el más ansioso por probarse a sí mismo, se presenta voluntario para unirse a la ambiciosa expedición al indómito país que ahora conocemos como Afganistán. Pero tan pronto como cruza la frontera, Matías empieza a darse cuenta de que los macedonios se enfrentan a un tipo de enemigo al que no están acostumbrados. Para sobrevivir, los hombres de Alejandro tendrán que adaptarse a los métodos de un despiadado adversario que hace uso de tácticas basadas en el terror y en la insurgencia pero, ¿a qué precio? Matías y sus compañeros sufrirán un rito de iniciación marcado por el miedo, la euforia, el horror y la vergüenza.

En un tono ágil y trepidante, La campaña afgana demuestra una vez más la profunda comprensión de Pressfield acerca de las esperanzas y desesperaciones de los hombres en las batallas.

"Presfield devuelve a la vida a Alejandro Magno con la misma fuerza y habilidad con que conjuró a los héroes de la Termópilas en La puertas de fuego."

Etiquetas: ,

domingo, 13 de enero de 2008

No fue un sueño, lo vi: La nieve ardía.


Ángel González, poeta, ensayista, profesor de literatura, Premio Antonio Machado, Premio Príncipe de Asturias, Premio Reina Sofía, miembro de la Real Academia Española, doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo, murió ayer a los 82 años en una clínica de Madrid donde lo habían ingresado con problemas respiratorios. Se ha dado la noticia en muchos sitios y gentes ilustradas han escrito artículos emotivos sobre este “poeta del compromiso“ de la generación del 50. Yo, que no tengo facilidad de verbo, me limitaré a transcribir algunas de sus poesías. Estoy triste.

La fotografía corresponde a la cabecera de la página que La Biblioteca de autor le tiene dedicada, ubicada en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Pongo en enlace, porque ahí encontraréis una amplia selección de su poesía. Ángel González

Aquello.

No eso.
Ni

—mucho menos— esto.

Aquello.

Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca

esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.

Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.

---

Quise


Quise mirar el mundo con tus ojos

iluminados, nuevos,

verdes en su fondo

como la primavera.

Entré en tu cuerpo lleno de esperanza

para admirar tanto prodigio desde

el claro mirador de tus pupilas.

Y fuiste tú la que acabaste viendo

el fracaso del mundo con las mías
---

Para que yo me llame Ángel González,

para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...


El título de la entrada es uno de sus poemas: Crepúsculo, Albuquerque, invierno


Etiquetas:

Powered by Blogger